Los apegos feroces de Vivian Gornick.

viviangornick

Los apegos feroces de Vivian Gornick.

 

«La moraleja de mis historias era precisamente que la vida es trágica.  Estar «en estado de tragedia» equivalía a salvarse de lo que yo asumía que eran los banales pesares de mi propia vida, a los que no encontraba ningún sentido.  Salvarme de aquel sinsentido, presumía yo, lo era todo.  La amplitud de sentido era la redención.  Eran los inicios de una escritora adolescente: había comenzado a mitificar». Si el arte imita a la vida o la vida al arte sigue siendo una pregunta difícil de responder. Vivian Gornick, escritora, periodista y crítica literaria, ha hecho de su propia vida el centro de su obra, desdibujando con destreza los límites entre la realidad y la literatura.

 En «The Reading Group», uno de los ensayos que componen su libro recopilatorio Taking a Long Look (2021), Gornick parte de su experiencia personal una vez más para hacer, en este caso, una oda a la lectura y una  reflexión acerca de la similitud entre las relaciones personales y las que tenemos con los libros.

Podría decirse que existe un narrador dentro de nosotros, fruto de esa necesidad humana de ordenar el caos de un modo u otro.  Las amistades se basan en gran medida en la escucha del narrador que el otro tiene dentro.  Se trata de un encuentro fortuito —que en los libros puede darse a través del papel y de los siglos —, del que surge un espacio de entendimiento, en el que somos capaces de habitar por un momento la mente de otro.  Lo que nos sobrecoge en ambos casos, apunta Gornick, no es el acto de conversar o de leer, ni siquiera el tema que esté sobre la mesa.  Es la atmósfera en la que nos adentramos cuando este vínculo tiene lugar.

Si algo llama la atención al leer a Vivian Gornick es la es la objetividad con la que analiza sus propias emociones, su capacidad de desdoblarse en autora y personaje, de ser sensible y crítica a partes iguales.  Hace de lo personal algo político.  Apegos feroces (1987), su obra más aclamada, fue un éxito de ventas en España treinta años después de su publicación, cuando se editó su versión en castellano.  A pesar de tratarse de un libro de memorias, recibió el premio a Mejor Libro de Ficción que otorga el Gremio de Libreros de Madrid.  Todo el mundo leía el libro de Gornick; muchos de ellos sin saber que era a la propia Gornick a la que estaban leyendo.  ¿Acaso importaba?  La autora ha recalcado siempre que no escribe con el propósito de narrar su historia, sino de utilizar su experiencia como un espejo en el que pueda reflejarse un fragmento de la humanidad.  No escribe biografía, ni se escuda en la ficción: deja hablar a su narradora como si estuviese tomando un café con un amigo íntimo.   Y el lector se encuentra con esa sensación que describía Salinger, con ese deseo de poder llamar al autor en cualquier momento para charlar con él.

Apegos feroces recoge escenas de la infancia y la juventud de la autora, hiladas a través de conversaciones que mantiene con su madre, ya anciana, mientras pasean por Nueva York.  El libro termina por formar un retrato impresionista del vínculo madre-hija con sus luces y sus sombras y, en última instancia, del impacto que causan en nuestra vida los referentes con los que crecemos.  Gornick se recuerda como esa niña que miraba a las mujeres, que escuchaba atentamente sus conversaciones y trataba de descifrar el mundo a través de ellas, preguntándose cuál era la manera adecuada de ser mujer, de amar, y de vivir.

Tenía treinta años y me sentía aliviada de estar sola.  Me mudé al pequeño apartamento de la Primera Avenida y conseguí un trabajo de redactora en un semanal.  […]  Aquéllos fueron los años en los que a las mujeres como yo las llamaban «Nueva», «Liberada», «Singular» (yo prefería «Singular, y sigo haciéndolo) y, efectivamente, me sentía nueva, liberada y singular cuando me sentaba frente al escritorio; pero por las noches, tumbada en el sofá, con la mirada perdida, mi madre se materializaba en el aire frente a mí como diciéndome:

-No tan rápido, querida.  Tú y yo aún tenemos cosas pendientes».

En pleno auge de la segunda ola feminista, Vivian Gornick comenzó a trabajar como redactora para The Village Voice.  Uno de los ensayos (también recogido en Taking a Long Look) que publicó en este semanal, «Towards a definition of the female sensibility», analiza esa «sensibilidad femenina» con la que los críticos han catalogado durante siglos las obras de mujeres como si perteneciesen a un género específico.  La autora se pregunta por qué los hombres han sido incapaces como lectores de extraer lo universal, lo humano, de la experiencia femenina, cuando las mujeres habían sido capaces de hacerlo a la inversa.  Para Gornick, si la sensibilidad femenina ha existido de algún modo, ha sido fruto de la inseguridad, con la única característica de ser una sensibilidad expuesta a medias, censurada por sus propias autoras: mujeres encorsetadas por la idea de que existe una manera correcta de ser mujer.  Apegos Feroces narra la lucha interna de la autora para romper con esa idea asfixiante y permitirse ser Vivian, una mujer singular.  Es la historia de las brechas que genera el progreso, escrita desde la comprensión y el respeto hacia lo anterior.  Apegos feroces es familia, pero también es sociedad.

El amor por la escritura, como escribe en «The Reading Group», nace del amor por la lectura.  Tal vez la necesidad de dar un sentido a la vida solo sea fruto del deseo, inconsciente, de que alguien sea capaz de leer entre líneas lo que verdaderamente somos.